LECTURA: SALMO 14 “¿No tienen discernimiento todos los que hacen iniquidad, que devoran a mi pueblo como si comiesen pan, y a Jehová no invocan?” v.4
Las ondas migratorias son algo constante en Europa. En nuestra ciudad nos encontramos con muchos inmigrantes vendiendo pañuelos en los semáforos. Son personas que por diferentes motivos huyeron de sus países buscando una vida mejor. En particular, éstos son siervos de Dios que huyeron de una realidad opresora a los cristianos. Alguna que otra vez los vemos sentados bajo algún árbol y, mientras almuerzan, leen la Biblia esperando volver a la única actividad que pueden ejercer para su sustento. Son hermanos amados que también se empeñan en dar testimonio de Cristo. Constatamos que siervos del Dios supremo, aun cuando buscan refugio en otros países, continúan sufriendo. Por falta de discernimiento de las personas, escuchamos una y otra vez malas referencias a esos hermanos nuestros que diariamente están en los semáforos mientras en los fines de semana se reúnen en su iglesia en nuestra ciudad.
El pueblo de Dios es así llamado porque pertenece al que ve todas las cosas, protege a los suyos y derrama su justicia sobre aquellos que devoran a los que Cristo ama y por quienes murió. Los siervos de Dios suelen ser devorados por los que están comprometidos con el pecado y la maldad, porque los que pertenecen a Dios y fueron lavados por Cristo no se rigen por las mismas reglas inicuas. Por ello, sufren. Ya los que no buscan a Dios no saben cómo la presencia del Espíritu Santo en el corazón transforma a las personas para que disfruten de una maravillosa paz.
Dirceu Amorim de Mendonça, España
Dios reconoce a los suyos