LECTURA: PROVERBIOS 4:20-27
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. v.23
Las sagradas escrituras, la Biblia, nos insta, nos da el mandamiento de que guardemos nuestro corazón, que cuidemos nuestra mente porque ella es la fuente de la vida de cualquier ser humano que nos circunde, comenzando ―entre otros― por nuestro hogar, comunidad, colegio, la Universidad.
Podemos afirmar entonces que la clave de todo radica en nuestro corazón. No lo creemos pero esa cajita donde se almacenan los pensamientos, los deseos, las intenciones es nuestro corazón y de cada uno depende que sean buenos, provechosos, no contaminantes. Los padres debemos cuidar nuestro corazón para no contaminar el entorno. En ocasiones la familia es contaminada con nuestro vocabulario, actitudes, gestos, nuestro proceder e indisposición de ánimo.
Por eso es importante que cuidemos la comunicación, el equilibrio, la armonía con nuestros hijos sean grandes o pequeños para que tengamos una familia saludable. No como las llamadas familias disfuncionales; porque la disfuncionalidad no solo es cuando falta la figura de alguno de los padres en el hogar, sino cuando hay carencia de principios, valores morales y espirituales en quienes cuidan a los hijos sea el padre, la madre, los tíos o los abuelos. Cuando alguno de ellos transmite buenos principios a los hijos, aunque la figura sea solo un padre o una madre, no será un hogar disfuncional sino de provecho; y los hijos serán también de provecho, de bien, de bendición. Serán saludables tanto para la familia como para la sociedad. Serán hijos íntegros: sinónimo de un hogar saludable porque papá y mamá son íntegros.
Carmen Maluenga Mejías, Venezuela
Padres e hijos íntegros, hogares saludables