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LECTURA: LUCAS 17:20 – 37
“Acordaos de la mujer de Lot.” v.32
En este tiempo ajetreado que nos toca vivir, muchos solo desean encarar el futuro sin pensar en el día de ayer. Hay parte de razón, pero también es cierto que analizar el pasado nos es útil para proyectarnos más acertadamente hacia adelante
No sabemos su nombre. La conocemos como la mujer de Lot. Tuvo cierta relación con la fe, pues su esposo era sobrino de Abraham. Antes de ir a la llanura, habían vivido cerca del padre de la fe. ¡Pudo aprender tanto, si se hubiese interesado! Pero cambió la tienda, símbolo de lo peregrino, por la ciudad, que parece representar lo permanente, a nuestros ojos humanos.
Cuando Lot marcha con su familia, cerca de Sodoma, quizás conservó sus costumbres, pero con el tiempo se mimetizó con la ciudad. Tuvo el privilegio de que ángeles vinieran a buscarla para salir del juicio inminente y sin retorno que se avecinaba sobre el lugar . Cuando estaba saliendo, miró lo que dejaba y se convirtió en estatua de sal. Para ella llegó el llamado a la liberación, pero no lo alcanzó porque su corazón seguía apegado al esplendor material de Sodoma.
Jesús, hablando de los tiempos finales la cita, advirtiéndonos que recordáramos el triste final de esta mujer. Pudo haber alcanzado la bendición, pero el apego a lo mundano, pasajero, que se estaba acabando, se lo impidieron.
Lamentable final para esta mujer, tan cercana a la bendición que no pudo ver. Es que ella estuvo amando, lo que Dios desechaba.
El Señor la cita en medio de recomendaciones sobre nuestra conducta en el Reino. No debemos aferrarnos a lo efímero.
Alicia Ituarte, Uruguay
Que Dios siempre elija por nosotros
