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LECTURA: SALMO 4
“…cuando estaba en angustia, Tú me hiciste ensanchar.” v.1
Carlos estaba callado, observando a su médico revisar los exámenes clínicos que le habían indicado. El Dr. López, después de un momento le preguntó: “Además de la taquicardia, mareos y problemas intestinales por los que usted ha venido, dígame, ¿qué más siente? Porque sus exámenes muestran que su estado físico está bien y no veo ninguna causa para lo que usted expresa sufrir.”
Entonces Carlos se explayó diciendo que sentía inquietud, agobio, sensación de amenaza, ganas de huir, inseguridad, recelos, dificultad para tomar decisiones, temblor, tensión muscular, boca seca, náuseas, insomnio e irritabilidad. Después de oírlo y hacerle un nuevo chequeo físico, el médico le dijo: “amigo, lo que yo concluyo es que usted está profundamente angustiado”.
La angustia es la inquietud y nerviosismo excesivo provocado por situaciones de estrechez y suele manifestarse en todo lo que Carlos sentía.
Puede ser provocada por el temor real o infundado de sufrir un ataque o agresión. La pérdida de empleo y no saber cómo haremos frente a nuestras deudas y responsabilidades la generan también. El miedo a enfermar y morir combinado con la incertidumbre del futuro la hacen aparecer.
¿Qué hacer ante ella? Pues, BUSCAR APOYO. Hay quienes recurren a psicólogos y consejeros, cosa que está bien.
Sin embargo, el mejor apoyo es Dios, porque Él nos hace ensanchar. Estar angustiado es como estar en el cuello del embudo y solo Dios nos puede sacar de allí a la holgura. Si leemos todo el Salmo 4 veremos que comienza en angustia, pero termina en alegría abundante (v.7) y un dormir pacífico y reparador (v.8).
Evert Monroy, Honduras
La angustia es desgastante, pero Dios nos potencia para superarla
