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LECTURA: MATEO 5:1 – 12
“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.” v.1
Si hubiera una fórmula para lograr la felicidad… Cuántos lo han deseado, anhelando que alguien encontrara la clave para hallar aquello que todos los seres humanos deseamos: ser felices. Si alguna persona descubriera la fórmula de la felicidad se haría rico, porque todos pagarían por lograr la dicha en este mundo.
El comienzo del ministerio de Jesús de Nazaret estuvo signado por un memorable discurso, que la historia bíblica recuerda como el sermón del monte. La primera parte de este famoso sermón, es conocida como las bienaventuranzas. Jesús menciona hasta nueve situaciones distintas en que las personas pueden encontrarse, y llamó a esas personas “bienaventuradas”, que significa feliz. Jesús dijo quiénes eran, o debían considerarse, felices. Sorprende, sin embargo, ver a quiénes consideró felices: los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores, los perseguidos por causa de la justicia, y los perseguidos por causa de su fe en Él. Las palabras de Jesús, dichas hace casi dos mil años, siguen poniendo patas arriba nuestras opiniones preconcebidas. ¿Quién consideraría felices a los pobres, tristes, hambrientos y perseguidos? ¿A los que no se defienden, a los que no pelean, a aquellos cuya máxima virtud es la compasión? Pero Jesús da la clave de esa felicidad tan extraña: hay un galardón en el cielo, un premio para quien vivió esta vida exhibiendo las virtudes que agradan a Dios. Una recompensa espiritual y eterna, de infinito valor, comparado con las cosas mezquinas de este mundo.
Álvaro Pandiani, Uruguay
Sé feliz, busca la felicidad eterna en Cristo
