Dueños del reino de los cielos – Parte 1
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“Bertoldo”
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LECTURA: FILIPENSES 1:3 – 13
“El que comenzó una buena obra entre ustedes la perfeccionará.” v.6
El crecimiento espiritual, así como el crecimiento físico, lleva tiempo, no ocurre de la noche a la mañana. Para llegar a ser adultos pasamos varios años creciendo y toma una temporada completa para que la fruta madure y esté lista. Es indudable que la niñez es una etapa necesaria para el resto de la vida.
Cuando venimos a Cristo, comenzamos nuestra vida espiritual como niños. Es necesario ser parte de una familia en la cual se nos alimente, nos tomen de la mano y guíen en el proceso de crecimiento y desarrollo espiritual hasta alcanzar la madurez en Cristo. En esta etapa es donde somos formados.
A los cristianos se nos exige avanzar en nuestro crecimiento espiritual, dejando atrás las cosas de niños para conocer la plenitud de la vida en Cristo. No es posible caminar por la vida comportándonos siempre como niños.
En la medida que crecemos deseamos todo lo que los adultos hacen, pero ello resulta imposible hacerlo, sin asumir las responsabilidades que conllevan ese ciclo de vida. Es por ello que, en nuestra etapa previa, fuimos alimentados, educados y formados precisamente para que sepamos responder con responsabilidad a nuestro hoy.
Alcanzar la madurez es parte de la vida cristiana; es indispensable para mantenernos firmes ante cualquier situación que la vida misma nos exponga. Para el cristiano, sobre todo, es valiosa la madurez espiritual debido a la comprensión que le permita alcanzar acerca de Cristo, sus planes y propósitos para cada uno de sus hijos aquí y más allá de esta morada temporal.
Delmer Manzanares, Honduras
No es posible avanzar hacia la madurez demostrando un comportamiento de niño
