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Dos conductas, dos caminos
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LECTURA: ROMANOS 10:8-13
“porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” v.13
La belleza del evangelio de nuestro Señor Jesucristo está en su sencillez. Algo tan grande e inconmensurable como la salvación eterna de nuestras almas está subordinado a dos acciones sencillas expuestas en Romanos 10:9-10:
“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.
Por un lado, hay una acción íntima, de nuestro corazón: Debemos creer su señorío incluso sobre la temida muerte. Creer es asunto de fe o de darle crédito a Cristo en cuanto a todo lo que hizo para nuestra salvación. Si no nos volvemos creyentes en Él, no podemos ser salvos.
Por otro lado, hay una acción pública, de nuestra boca: Confesarlo o declarar audiblemente “Cristo, creo en ti para ser salvo”.
Esta es la maravillosa sencillez del evangelio. Somos nosotros los seres humanos quienes lo complicamos con religión cargada de ritualidad y dogmatismo exigente, cuando tan solo Dios pide que creamos y confesemos con nuestra voz que Él es Salvador y Señor. Pablo dice que Dios es rico para todos los que lo invocan (v.12).
Quien cree en Cristo no será avergonzado, porque cuando la muerte le llegue, no morirá eternamente porque ha creído en quien dijo, “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25-26).
Si ya creímos y le confesamos a Él, sigamos firmes en nuestra fe, creciendo cada día más en ella. Si no lo has hecho aún, ¡hazlo ya! Este es tu día.
Evert Monroy, Honduras
Solo Cristo Salva
