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LECTURA: COLOSENSES 3:12-17
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones…y sed agradecidos.” v.15
Ser agradecidos debería ser una manifestación natural en la vida de todos los creyentes, una respuesta a todo lo que Dios les ha hecho. Pero no somos suficientemente agradecidos debido a la dureza de nuestros corazones; sin embargo, el mismo Dios sigue instándonos a dar gracias con mandatos como el de Colosenses 3:15.
Un seguidor de Cristo debe con diligencia practicar el agradecimiento y aceptar que eso demanda fuerza de voluntad para vencer al “viejo Adán” que, en ocasiones, induce al mal y nos hace creer que no necesitamos de nadie, o que ser agradecido nos resta valor ante las demás personas.
Un antiguo dicho expresa “una mano lava la otra”, lo que indica que si tú me ayudas, yo debo corresponderte; es decir, se ayuda con el fin de recibir algo con una sana intención de reciprocidad. Eso es bueno. Pero si no se da, no debemos sentirnos mal.
Lo verdaderamente importante es que Cristo vino para lavarnos y dejarnos limpios, puros y libres de pecados; pero aún más, él no se limitó a nuestras manos: incluyó todo nuestro cuerpo, y más profundo aún, Cristo lavó nuestra alma sin recibir nada a cambio.
Seamos consecuentes con Jesús al ser agradecidos, porque solo el amor de Dios-Hijo, nos salva de la muerte eterna y de esa oscuridad eterna que lleva a la humanidad por el camino fácil y ancho.
Solo hay una gran verdad, “Cristo es el camino”, el cual por muy difícil que parezca, siempre traerá mayor recompensa: la Vida y la Salvación con sellos eternos. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”.
Marcelo Ballester, Venezuela
Que el agradecimiento sea nuestro estandarte
