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LECTURA: LUCAS 8:5-8
“Y otra parte cayó en buena tierra y nació y llevó fruto a ciento por uno.” v.8
El refranero recoge muchas verdades que quedan en la conciencia y da experiencia. Uno de esos dichos indica que “Cuando el río suena, agua trae”. Quienes viven cerca de algún río o arroyo saben que si es río o arroyo por su cauce corre agua, pero el sonido cambia cuando el volumen de agua aumenta. La alteración de la cotidianidad de alguna forma se manifiesta; por lo que deberíamos ser capaces de caer en la cuenta, no sea que la crecida del río nos sorprenda y nos arrastre.
La parábola del sembrador contiene algunas enseñanzas que pudieran constituir lecciones de vida para cualquier interesado. Al decir semilla, Jesús se refiere a la Palabra de Dios, al consejo y a la orientación divina que por ley o por conciencia recibimos.
Oímos el consejo, el buen decir, la expresión conveniente y edificante, pero si no percibimos el ruido con que nos bombardea el mal, sacamos del corazón esa buena palabra. Otras veces capturamos bien el mensaje, pero al no consolidarse, al no constituirse en parte de nuestro ser, llegados los escoyos y contratiempos, lo dejamos a un lado, nos apartamos.
Si no nos damos cuenta de que el río de la vida está crecido, que estamos siendo desbordados por los afanes, el tener bienes y propiedades, por los placeres, nos quedamos sin los frutos debidos. Sin embargo, no todo está perdido, la palabra de Dios cae en corazones buenos y rectos que la retienen, la asumen como modo de vida, y fructifican para bien.
J. Adarberto Martínez, República Dominicana
Que mi corazón sea tierra buena, que tu palabra fructifique en mí
