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LECTURA: COLOSENSES 3:1-17
“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.” v.14
Si tenemos verdadero interés en conocer a Dios, sabemos que la herramienta para hacerlo es a través de Su Palabra, la Biblia. Es muy sonada la frase “Dios nos ama” o “Dios es Amor” esa es Su esencia, Él es fuente de amor.
Muchas veces confundimos el amor, con el ser complacientes en todo, con el callar una corrección o una crítica constructiva para no herir susceptibilidades o para no “ofender” al otro.
Debemos entender, que el amor es sacrificial, es entrega total. Pero también el amor de Dios corrige para restaurar, permite el sufrimiento para crecer en la fe, permite el dolor para afirmarnos a la madurez espiritual y también espera reciprocidad.
Si decimos amar a Dios, viviríamos para agradarle. Si amamos a alguien, intentamos no defraudarlo, no serle desleal, no rechazarlo, no engañarlo.
¡Qué mayor amor pudo demostrar Dios hacia la humanidad, que entregar a Su propio Hijo en sacrificio por expiación de nuestros pecados!
Pero malinterpretamos el amor y lo vemos desde nuestra limitada perspectiva, de que implica cumplir con los caprichos y todos los deseos del otro, que hay que concederle libertad para hacer todo lo que le plazca, porque eso le da “felicidad” aun cuando esté errando el camino y eso le traiga tristes consecuencias.
El que ama como Dios ama, mira al prójimo con misericordia, con empatía, comprende, pero también reprende para corregir. La esencia de Dios es el amor, y la esencia del cristianismo también lo es; perdona, busca el bien el otro por encima del propio, y da sin esperar retribución.
Luisa Canán, Paraguay
Pidamos a Dios que nos conceda el verdadero amor
