
La pereza
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“Pedro Páramo”
5 octubre 2023
Por: Ps. Graciela Gares
Parte 1:
Parte 2:
Pensar en positivo y atribuirle poderes a la mente humana son enunciados que se han infiltrado fuertemente en la cultura actual. Están presentes en algunas seudo-terapias muy en boga hoy, pero también en el campo religioso, por ejemplo, entre los que promueven el “evangelio de la prosperidad”.
A menudo escuchamos frases así: “si lo crees o lo piensas, sucederá”. “Los sueños se hacen realidad”. “La mente es un imán que atrae lo bueno o lo malo según lo que cada uno piensa”. ¿Cuál es el origen de estos postulados?
La “Ley de la atracción” está explicitada en el libro El Secreto (2007), un manual de autoayuda escrito por la australiana Rhonda Byrne, que contiene principios como los siguientes:
a. La mente tiene poder. Afirma que los pensamientos son energía y tienen magnetismo para atraer lo positivo o negativo, pobreza o riqueza, salud o enfermedad, viajes, amor. La mente podría brindarnos lo que queramos: una casa nueva, un auto nuevo, un nuevo empleo o perder peso si ese es nuestro objetivo. Del mismo modo, cree que lo que se teme se hace realidad o se atrae a la vida propia.
b. La mente crea todo lo que puedas imaginar. Por tanto, los impulsores de esta idea recomiendan decirse a uno mismo que lo que hoy parece imposible, lo vamos a lograr.
c. La visualización como herramienta: “cuando visualizas, materializas” decía Byrne. Por ejemplo, para tener un día exitoso es preciso visualizarlo así desde el día anterior. O visualizarse ya ricos o conduciendo el auto que deseamos tener. Postulan dejar de lado la idea de que el dinero solo puede venir a través de un trabajo.
d. Méritos propios: “La prosperidad es el derecho de nacimiento de todos”, afirma la autora del libro “El Secreto”. Aplicado a la salud, la Ley de la atracción afirma que el pensamiento positivo puede ser más sanador que los medicamentos.
e. El universo es poderoso. Los pensamientos van al Universo y vuelven convertidos en lo que el sujeto pensaba. Instan a comunicarse con él a través de nuestra actitud mental. Es necesario decirle al Universo que tenemos control sobre nuestras vidas para no sentirnos indefensos, argumentan.
f. La ley de la atracción se basa en la física cuántica, por ello la consideran tan natural como la ley de la gravedad. Con esto pretenden dar carácter científico al asunto.
g. Presumen sustento bíblico. Afirman que todo se trata de “pedir, creer y recibir” y esto parecería tomado del Nuevo Testamento bíblico. Postulan que el ser agradecido -virtud cristiana-, contribuye a que la persona reciba lo que desea.
Desentrañando engaños
No son conocidos los estudios científicos que respalden tales postulados. Para quien no conoce a Dios ni busca que Él se le revele, le será fácil confundir la fe cristiana salvadora con el pensar positivo. La fe cristiana resulta de confesar que existe un Dios creador de todo lo que existe, que nos ama y busca darnos el bien.
Esto es diametralmente opuesto al pensar positivo que abriga la creencia de que lo creado –el Universo impersonal- quiere darnos lo bueno. Al respecto la Biblia condena a quienes dan gloria a lo creado en lugar de al Creador. (Romanos 1: 25)
Es una falsedad asociar estos postulados a la doctrina cristiana. La fe que debemos tener no opera por el poder de nuestra mente sino que mueve el poder divino a nuestro favor, porque Dios honra la fe de sus criaturas. El bien y la bendición en el reino de Dios no son atraídos por el pensar positivo, sino que son un regalo del Dios bondadoso “que hace salir su sol sobre malos y buenos” (Mateo 5: 45), sobre los que piensan positivamente y los que lo hacen negativamente.
No es que la mente humana tenga poderes. Jesús aclaró que nadie, por más que se esfuerce podrá “añadir a su estatura un codo”: “¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?” (Mateo 6: 27), preguntaba Jesús. Asimismo, no es cierto que nosotros merezcamos la prosperidad, sino que cuando ésta llega a nuestra vida es por gracia o regalo divino, sin merecimientos. Somos una raza caída. “Todos hemos pecado y perdimos el derecho a gozar de la gloria de Dios” (Romanos 3: 23).
La fe cristiana que salva al que la profesa, no deja fuera el trabajo y el esfuerzo. Al contrario, Dios le exigió a su pueblo esforzarse y ser valientes (Josué 1:9). El mandato divino para toda la humanidad fue “seis días trabajarás y harás toda tu obra” (Éxodo 20: 9). El apóstol Pablo fue más dramático en su exhortación: “el que no quiera trabajar, que no coma”. (2 Tesalonicenses 3: 10)
Considerando las premisas de la Ley de Atracción nos preguntamos ¿de qué valdría esforzarse, planificar, esmerarse si con sólo pensar positivo podemos atraer cosas buenas hacia nosotros? ¿Para qué sacrificar años estudiando una carrera si se puede alcanzar un buen pasar económico con sólo desearlo y pedírselo al Universo?
Los sistemas de salud estarían de más, si a través del pensar positivo cada individuo pudiera sanarse. Convengamos además, que la Biblia no reconoce ningún super-poder al universo, sino al Dios Todopoderoso (Salmos 91: 1, Salmos 80: 19; 1 Crónicas 29: 12). Tampoco reconoce poderes a la mente humana. Por el contrario nos advierte: “No se te ocurra pensar: ‘Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos’. Recuerda al Señor tu Dios, porque es Él quien te da el poder para producir esa riqueza…” (Deuteronomio 8: 17 – 18).
El “evangelio de la prosperidad” no tiene sustento bíblico. Dios asume el compromiso de atender las necesidades de sus hijos, pero no sus caprichos. El apóstol Pablo confesó que padeció necesidades y sin dudas no fue por falta de fe: “…en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez. (2 Corintios 11: 27)
Asimismo, Pablo y Timoteo padecían enfermedades que no fueron sanadas aunque clamaron por ello. Nadie les sugirió que la solución sería aplicar pensamiento o visualización positiva al respecto: “para que yo no me crea más de lo que soy, he tenido un sufrimiento, una especie de espina clavada en el cuerpo, que como un instrumento de Satanás vino a maltratarme. Tres veces le he pedido al Señor que me quite ese sufrimiento; pero el Señor me ha dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad” (2Corintios 12: 7 – 10). Y Pablo aconsejó a Timoteo: “No bebas agua de aquí en adelante, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Timoteo 5: 23).
“Visualizar” algo para conseguirlo no tiene sustento bíblico. Jesús instaba a sus seguidores a pedirle a Dios lo que precisaran: “Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo” (Juan 14: 13). Y si bien habla de “cualquier cosa”, el mismo texto bíblico fija límites: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Santiago 4: 3)
Concluimos que la ley de la atracción constituye una sutil falsificación de nuestra fe cristiana, la cual es a los ojos de Dios, mucho más preciosa que el oro (1 Pedro 1: 7).
Ps. Graciela Gares Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h