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LECTURA: SALMO 14
“Dice el necio en su corazón no hay Dios.” v.1
Vivo en una tierra dónde aquellos que se presentan como no religiosos, sumado a los ateos, alcanzan más de la mitad de la población. Si hablamos entre la ciudadanía activa en las escuelas, en los comercios, en fin, en la calle en general, nos encontramos con una mayoría absoluta de ciudadanos que así se identifican. Hubo un tiempo, en los primeros siglos de la era cristiana, dónde un ateo era aquel que no creía en la multiplicidad de dioses comunes en la sociedad. Por ese motivo, los primeros cristianos fueron perseguidos, porque creían en un solo Dios. Según la Palabra de Dios, no querer relacionarse con el creador y con su hijo unigénito Jesús, nuestro Salvador, es un acto de ignorancia, de necedad. Sin embargo, como ha pasado a lo largo de la historia de la humanidad, aquellos que rechazan a Dios no aceptan ser llamados necios, pues al revés, cómo se escucha en la típica filosofía posmoderna de la actualidad, creen que los sabios son los que no creen en nada, pues, afirman, ya no necesitan de ninguna muleta religiosa para su desarrollo social. Según la Biblia, a lo largo de la misma historia de la humanidad, todos aquellos que rechazaron a Dios y su palabra revelada y la vida santa por él requerida, patrocinaron los momentos más destructivos que se tiene noticia. Una vida sin Dios es una vida sin esperanza, plagada de declaraciones auto justificativas que al final resultan en falta de paz, cuya angustia resulta en ser auto destructiva.
Dirceu Amorim de Mendonça, España
Creer y relacionarse con Dios trae paz
