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El sueldazo
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LECTURA: SALMO 51
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.” v.1
Al estudiar la vida de David y principalmente el hecho de que Jesucristo es conocido como el Hijo de David, tenemos la tendencia de resaltar solo lo positivo. No obstante, la vida de David está marcada por muchas decisiones equivocadas que le llevaron al pecado, resultando no solamente en problemas de gobierno, mas igualmente en su propia familia, con la multiplicación de esposas y la desarmonía entre los hijos.
Salomón, su heredero, gracias a la sabiduría dada por Dios escribió los Salmos, los Proverbios, los Cánticos de los Cánticos y el Eclesiastés, libros de suma importancia para la vida cristiana. Sin embargo, lamentablemente siguió a los pecados del padre, multiplicándolos de forma más intensa y concluyendo su vida con expresiones amargas sobre la existencia humana, registradas en el libro de Eclesiastés.
A través de David, el gran Rey, vemos la gracia de Dios que cubre aquél que se arrepiente. No obstante, las consecuencias de los pecados llevaron a David al lloro amargo, sea por la muerte de un hijo concebido en adulterio o por la muerte de otro hijo, Absalón, un traidor, o incluso por la violación de una hija en las manos de su hermano, que acaba asesinado por otro hermano.
Debemos aprender que el pecado trajo graves consecuencias a la vida de David, mas la gracia de Dios le cubrió para que los propósitos eternos se cumpliesen. El siervo de Dios dejó un maravilloso rastro de virtudes, mas igualmente registró un legado de errores con graves consecuencias.
Dirceu Amorim de Mendonça
El arrepentimiento y la gracia resultan en un
cambio de actitud

